Carreras Parejeras: Historia y Tradiciones de México

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Las carreras de caballos son una tradición arraigada en México desde hace muchos años. Su origen se remonta a los árabes, quienes fueron los primeros en registrar competencias entre dos o más caballos. Con el tiempo, esta costumbre llegó a manos de los españoles y se hizo parte de nuestras tradiciones.

En los tiempos de la independencia, las haciendas en México estaban en su mejor época y cada una contaba con un terreno adecuado para improvisar carriles de 400 a 500 varas de largo. Estas carreras se realizaban durante todo el año, pero la temporada más fuerte era de noviembre a mayo, cuando llovía poco y no había mucho trabajo en las parcelas.

Las carreras de caballos eran una actividad que ocupaba todo el día. Primero se disputaban las carreras principales, que se acordaban con anticipación, y luego se celebraban las de tumbasilla, que eran carreras arregladas en el momento entre los propietarios de los caballos. Durante estas carreras, la gente se reunía cerca de los árboles para convivir, comer y beber mezcal. También se acercaban los músicos para animar el ambiente.

En aquellos tiempos, no existían los cajones ni las puertas. La salida de la carrera se realizaba de forma acordada, es decir, 30 varas antes de la línea de salida, los caballos comenzaban a trotar parejos y si los jinetes estaban conformes o tenían ventaja, bajaban la vara y salían corriendo. Si no estaban de acuerdo, volvían a la marcación y así sucesivamente hasta ponerse de acuerdo.

En ese momento, había uno o dos veedores, que eran los jueces de la carrera. Estos estaban en la línea de meta, conocida como cabresto, y a veces también había un veedor en la salida para evitar discusiones sobre si se había bajado o no la vara. En aquellos tiempos, no valían las manos en la raya y se juzgaba a los picos, que eran a simple vista.

Para determinar al ganador, se utilizaba la regla de la faja, que significaba que el hocico del caballo perdedor debía estar detrás del cincho de la montura del caballo ganador. También se utilizaban otras ventajas, como correr con un mínimo de un cuerpo de ventaja o correr con la cara volteada.

En cuanto a las apuestas, se utilizaban diversas formas de pago, como cargas de maíz, cabezas de ganado e incluso terrenos. También se apostaban los cueros, lo que significaba que el caballo perdedor pasaba a manos del dueño del caballo ganador.

En aquella época, los corredores se arreglaban entre 50 y 55 kilos de peso mínimo. Si les faltaba peso, debían cargar un morral de piedras u otros objetos para alcanzarlo. Además, se arreglaban para que ambos corredores fueran adultos o incluso montaban niños para alivianar el peso.

Las carreras se disputaban a una distancia de 300 varas, que era considerada óptima para los caballos criollos que se corrían en aquellos tiempos. Los caballos corrían sin silla, únicamente con su freno y su faja, que estaba hecha de ixtle con hebilla de algodón o incluso el mismo cabresto del caballo se utilizaba para evitar caídas.

Los corredores se preocupaban por preparar bien a los caballos, galopándolos a diario y aplicando diferentes técnicas, como darles leche y huevos en la comida junto con piloncillo. También los cerraban el día de la carrera y en algunos casos los entrenaban por las mañanas en el mismo camino en algún parejo que encontraban.

Las carreras de caballos parejeros en México tienen una rica historia y aún se mantienen como una tradición en algunas regiones del país. Si quieres saber más sobre este tema y estar al tanto de las últimas noticias relacionadas con el mundo de los caballos, te invitamos a que explores otros artículos de nuestra web. Allí encontrarás información sobre la historia de las carreras en México y muchas otras temas interesantes relacionados con el fascinante mundo de los caballos.